miércoles, 1 de enero de 2014

La Virgen María es Madre de Dios y Oración a la Virgen - Santo Tomás de Aquino

La Bienaventurada Virgen María
es Madre de Cristo
Santo Tomás de Aquino
Compendio de teología
      
Lo dicho antes basta para refutar el error de Nestorio, que rehusaba confesar que la Virgen María era Madre de Dios. En ambos Símbolos se dice "que el Hijo de Dios nació de la Virgen María, o que encarnó en ella". Es así que se llama madre a una mujer de la que nace un hombre, por lo mismo que suministra la materia de la concepción humana; luego la bienaventurada Virgen que suministró la materia de la concepción del Hijo de Dios, debe ser llamada su verdadera Madre. Importa poco a la cualidad de madre la virtud, sea la que fuere, que forma la materia suministrada por ella; por consiguiente, la mujer que suministró una materia que debió recibir su forma por la operación del Espíritu Santo, no es menos madre que la que suministra la materia a la acción del semen viril. Si hubiera alguno que se atreviera a decir que la bienaventurada Virgen no debe ser llamada Madre de Dios porque de ella se tomó solamente la carne, y no la divinidad, como afirmaba Nestorio, el que tal diga no sabe lo que dice. En efecto: una mujer no es llamada madre de alguno porque todo lo que esté en él esté tomado de ella. El hombre consta de alma y cuerpo, y es más hombre en virtud del alma que en virtud del cuerpo. El alma no procede de la madre; porque, o es creada inmediatamente por Dios, y así es la verdad, o procede por traducción, como algunos han creído; y en este caso no procedería de la madre, procedería más bien del padre; porque en la generación de los demás animales, según la doctrina de los filósofos, el macho da el alma y la hembra el cuerpo. Por consiguiente, así como una mujeres, llamada madre de un individuo porque suministró la materia de su cuerpo, así también, y por la misma razón, la bienaventurada Virgen María debe ser llamada Madre de Dios, supuesto que suministró la materia del cuerpo de Dios. Necesario es decir que este cuerpo es verdaderamente el cuerpo de Dios, si llega a estar unido a la persona que es realmente Dios. Los que reconocen que el Hijo de Dios tomó la naturaleza humana y se personificó con ella, obligados están a decir que la bienaventurada Virgen María es Madre de Dios. Como Nestorio decía que la persona de Dios y la persona de Jesucristo no eran una sola y misma persona, negaba, por consiguiente, a la Virgen María la cualidad de Madre de Dios.

 

Oración a la Virgen María
compuesta por Santo Tomás de Aquino

 
Oh bienaventurada y dulcísima Virgen María, Madre de Dios, toda llena de misericordia, hija del Rey supremo, Señora de los Angeles, Madre de todos los creyentes: hoy y todos los días de mi vida, deposito en el seno de tu misericordia mi cuerpo y mi alma, todas mis acciones, pensamientos, intenciones, deseos, palabras, obras; en una palabra, mi vida entera y el fin de mi vida; para que por tu intercesión todo vaya enderezado a mi bien, según la voluntad de tu amado Hijo y Señor nuestro Jesucristo, y tú seas para mi, oh Santísima Señora mía, consuelo y ayuda contra las asechanzas y lazos del dragón y de todos mis enemigos.
Dígnate alcanzarme de tu amable Hijo y Señor nuestro Jesucristo, gracias para resistir con vigor a las tentaciones del mundo, demonio y carne, y mantener el firme propósito de nunca más pecar, y de perseverar constante en tu servicio y en el de tu Hijo. También te ruego, oh Santísima Señora mía, que me alcances verdadera obediencia y verdadera humildad de corazón, para que me reconozca sinceramente por miserable y frágil pecador, impotente no sólo para practicar una obra buena, sino aun para rechazar los continuos ataques del enemigo, sin la gracia y auxilio de mi Creador y sin el socorro de tus santas preces. Consígueme también, oh dulcísima Señora mía, castidad perpetua de alma y cuerpo, para que con puro corazón y cuerpo casto, pueda servirte a ti y a tu Hijo en tu Religión. Concédeme pobreza voluntaria, unida a la paciencia y tranquilidad de espíritu para sobrellevar los trabajos de mi Religión y ocuparme en la salvación propia y de mis prójimos. Alcánzame, oh dulcísima Señora, caridad verdadera con la cual ame de todo corazón a tu Hijo Sacratísimo y Señor nuestro Jesucristo, y después de él a ti sobre todas las cosas, y al prójimo en Dios y para Dios: para que así me alegre con su bien y me contriste con su mal, a ninguno desprecie ni juzgue temerariamente, ni me anteponga a nadie en mi estima propia. Haz, oh Reina del cielo, que junte en mi corazón el temor y el amor de tu Hijo dulcísimo, que le dé continuas gracias por los grandes beneficios que me ha concedido no por mis méritos, sino movido por su propia voluntad, y que haga pura y sincera confesión y verdadera penitencia por mis pecados, hasta alcanzar perdón y misericordia.
Finalmente te ruego que en el último momento de mi vida, tú, única madre mía, puerta del cielo y abogada de los pecadores, no consientas que yo, indigno siervo tuyo, me desvíe de la santa fe católica, antes usando de tu gran piedad y misericordia me socorras y me defiendas de los malos espíritus, para que, lleno de esperanza en la bendita y gloriosa pasión de tu Hijo y en el valimiento de tu intercesión, consiga de él por tu medio el perdón de mis pecados, y al morir en tu amor y en el amor de tu Hijo, me encamines por el sendero de la salvación y salud eterna. Amén
 
 

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