jueves, 17 de julio de 2014

Aunque todos yo no (10) - Beato Manuel González García

¡Nació la Obra de las Tres Marías y de los Discípulos de San Juan para los Sagrarios-Calvarios! 

II. La Obra nacida 

1. ¡Las Marías! ¡Ahí están! 

   Permitidme que a título de partida de nacimiento transcri­ba aquí la noticia que de su aparición publiqué en mi "GRANITO DE ARENA" de marzo de 1910.

   "Tiempo ha que en mi mente viene dando vueltas una idea y en mi corazón un deseo algo inquietante sobre una obra que yo estimo de urgente necesidad.

   Madurados, a mi parecer, una y otro, quise aprovechar el primer viernes de cuaresma 1 para hacer su promulgación.

   Lo que en la plática del retiro de aquel día dije, quiero repetirlo aquí para su mayor divulgación.

   Pero antes de exponeros la obra y a guisa de prolegómeno indispensable, quiero poner de manifiesto 

   Una situación muy triste 

   Muy triste, sí. Pero con todo el color negro y sabor amargo que queráis poner a esa tristeza, es la situación en que se encuentra en muchísimos Sagrarios, Jesucristo Sacra­mentado.

   Vais a permitidme, señoras, que yo que invoco muchas veces la solicitud de vuestra caridad en favor de los niños pobres y de todos los pobres abandonados, invoque hoy vuestra atención primero y vuestra cooperación después, en favor del más abandonado de todos los pobres: ¡Él santísimo Sacramento!

   Abandonado y pobre le he llamado. ¡Que no se alarme vuestra piedad! Voy a explicarme.

   Abandonado, digo, y vais a ver hasta qué punto y en qué medida.

   Hay pueblos, no creáis que allá entre los salvajes, hay pueblos, ¡en España!, en los que se pasan semanas, meses sin que se abra el Sagrario. Y otros en los que no comulga nadie ni nadie vista al santísimo Sacramento. Y en muchísimos, si se abre, es para que comulgue alguna viejecita del tiempo antiguo.

   En esos pueblos, muchos de sus habitantes ni saben ya que hay Sagrarios, ni qué es comulgar, y llegan al fin de su vida sin haber hecho la primera Comunión.

   Si a esos desgraciados les preguntáis por la casa de Jesucristo en aquel pueblo, no sabrían qué responderos.

   ¡Abandonado! y ¿qué mayor abandono que estar solo desde la mañana a la noche y desde la noche a la mañana?

    Así, completamente solo está Jesucristo en muchísimos Sagrarios, y por consiguiente...

   ¡Pobre!, no ya de pobreza material, que en ésa, hay Sagrarios que en nada se diferenciarían del primer Sagrario de Belén, sino con pobreza de calor, de oraciones, de virtudes, de compañía...

   ¡Él, pidiendo desde su Tabernáculo a cada uno de los moradores de aquel pueblo, un poquito de cada una de esas cosas, no recibe nada!


 

   En torno de esos Sagrarios no hay ni calor de corazo­nes amantes, ni lágrimas de ruegos, ni suspiros de arrepenti­mien­to, ni ayes de necesitados, ni gratitud de reconocidos, ni rodillas dobladas, ni cabezas inclinadas, ni ojos que miran, ni bocas que piden, ni corazones que se ofrecen... ¡Nada!

   Una lámpara mugrienta, muchas veces apagada, dos velas empolvadas de no servir, una reja de goznes enmohecidos de no girar y alguna que otra telaraña. He aquí todo el acompaña­miento de Jesucristo Sacramentado.

   ¿Conocéis a algún pobre, algún abandonado en situación más triste?

   Yo no lo conozco. Busco con quien compararlo y la única situación que encuentro que pueda compararse con ésta, es la en que se vio el mismo Jesucristo en el Calvario.

   ¡Qué! ¿Jesucristo en el Calvario, abandonado de Dios y de los hombres por quienes se inmolaba, no se parece mucho al Jesucristo del Sagrario abandonado, no de Dios, que lo impide su estado glorioso, pero sí de los hombres por quienes se inmola constantemente?

   Si hay alguna diferencia, es desfavorable para su vida de Sagrario.

   En el Calvario, siquiera había unas Marías que lloraban y consolaban. En esos Sagrarios de que os he hablado ¡ni eso hay!

   ¡Calvarios sin Marías! 

   Eso son muchos de nuestros Sagrarios.

   Y he aquí, hermanas mías, para lo que yo os pedía la coopera­ción de vuestra caridad.

   Yo no os pido ahora dinero para los niños pobres. Ni auxilio para los enfermos. Ni trabajo para los cesantes. Ni consuelo para los afligidos. Yo os pido una limosna de cariño para Jesucristo Sacramentado; un poco de calor para esos Sagrarios tan abandonados. Yo os pido, por el amor de María Inmaculada, Madre de ese Hijo tan despreciado, y por el amor de ese Corazón tan mal correspondido, que os hagáis las Marías de esos Sagrarios abandonados.

   ¿Cómo?  

   Para eso es la Obra de que os hablaba al principio: La Obra de las "Tres Marías".

   Su  fin, ya lo habéis oído: Proveer de Marías adoradoras los Sagrarios desiertos, convertidos hoy en Calvarios por la ingratitud y el abandono de los cristianos.

   La Obra, pues, se dedicará, como a su objeto esencial y necesario, a procurar que no haya Tabernáculo sin sus tres Marías que trabajen para que se abra el Sagrario y se visite al santísimo diariamente.

   Y ahora, almas amantes del Corazón Eucarístico de Jesús, corazones a quienes punzan las espinas suyas y que palpitan al unísono con Él, ¡al Calvario con Jesucristo solo!, o, lo que es lo mismo, ¡al Sagrario con Jesucristo abandonado! ¡Marías adoradoras, ante los odios de los fariseos modernos y las ingratitudes del pueblo que fue cristiano, y las cobardías y perezas de los discípulos, ocupad vuestro puesto! ¡Junto a la Cruz con María su Madre...!

   ¿Qué son, pues, las Marías? 

   Una Obra de reparación eucarística para en unión de María Inmaculada y a ejemplo de las Marías del Evangelio, dar y buscar compañía a los Sagrarios abandonados, solitarios o poco frecuentados.

   Razón del hombre 

   Se llamó Obra en sus comienzos, pero Su santidad Pío XI en su Breve de 22 de agosto de 1934, le dio el título de Pía Unión con Director general para toda la Obra.

   Se dice de las Marías porque trata de reanudar e imitar cerca del Corazón Eucarístico abandonado, el ejemplo de María Inmaculada al pie de la Cruz y de aquellas piadosas mujeres del Calvario, llamadas por el pueblo cristiano con el nombre familiar de las Marías.

   Se dice de las Tres Marías, porque la Obra aspira a proveer cada Sagrario abandonado de tres almas adoradoras por lo menos.

   Y por último, de los Sagrarios-Calvarios, porque el estado de abandono, desconsuelos y crueles desprecios en que la ingratitud de los cristianos pone al Corazón de Jesús en los Sagrarios y en los altares de sus Sacrificios, recuerda y aun reproduce con creces, su estado de Calvario.

   Adviértase que cuando se habla aquí de Sagrario abandona­do, se sebreentiende de los fieles, mas no del sacerdote encargado de él.
 
   Fin esencial 

   El mismo de las primeras Marías: Estar junto a la Cruz de Jesús, acompañar y buscar compañía al Corazón Eucarístico de Jesús en unión de María Inmaculada, en los Sagrarios en que nadie o muy pocos lo acompañan. O sea, proveer por lo menos de tres Marías adoradoras los Sagrarios desiertos.

   La Obra de las Tres Marías reconoce como el mayor mal de todos los males en el orden práctico y causa a su vez de las peores ofensas a Dios y de los más graves daños a la Iglesia, a la sociedad, a la familia y a las almas, el abandono del Sagrario, y contra él viene a trabajar por todos los medios que el celo dicte.

   Téngase muy presente que las Marías no van principalmente a enriquecer y adornar materialmente los Sagrarios, ni a emular a otras hermandades en cultos espléndidos, ni a cosas parecidas. La misión esencial de las Marías es llevar compañía al Sagrario no frecuentado o abandonado.

   Yo pido a los ángeles adoradores de esos Sagrarios, que graben con caracteres de fuego en el corazón de las Marías, estas dos palabras: Abandono y Compañía. Ésa es toda nuestra Obra.

   Oficios de las Marías 

    Según el santo Evangelio, las Marías acompañaron al Señor: 1º sirviéndole (ministrantes). 2º ungiéndole (emerunt aromata ut venientes ungerent Jesum). 3º llorando y lamentán­dose (plangebant et lamentabantur). Y 4º estando de pie junto a la Cruz cuando todos lo abandonaron (stabant juxta crucem).

   Esos mismos son los oficios de las Marías de los Sagra­rios-Calvarios:  

   1º. Servir al Corazón Eucarístico abandonado o solitario con la Comunión y visita propias cada día y con propaganda para buscar otras Comuniones y visitas para el mismo Sagra­rio.

   2º Perfumar esas Comuniones, visitas y propaganda eucarís­tica, con el buen olor de una vida de hostia. O sea, de mucha humildad, caridad y modestia en trajes y costumbres.

   3º Llorar y lamentarse con el Corazón Eucarístico de Jesús, pidiendo, amando, consolando, mortificándose y reparando por los desventurados vecinos de aquel Sagrario al que debían ir y no van.

   4º Permanecer fieles junto al Sagrario sin intimidarse ni ante los malos que se oponen, ni ante los discípulos que huyen, murmuran o se cansan.

   Tener por divisa: "A más abandono de los demás, más compañía mía".

   Una María es, pues, la servidora, la embalsamadora, la consoladora y la incansable adoradora de un Sagrario en que el Corazón de Jesús no tiene ni quien lo sirva, ni lo unja, ni lo consuele, ni lo adore.

   Clases de Marías 

   Dos, unas contemplativas y otras activas, según la presencia con que acompañen su Sagrario. Serán Marías contem­plativas, las que acompañen su Sagrario en espíritu. Y activas, las que lo acompañen en espíritu y en acción.

   Las Marías contemplativas, pues, han de acompañar su Sagrario, comulgando y visitando diariamente al santísimo Sacramento en donde quieran, con la intención de acompañar en espíritu con esta Comunión y visita el Sagrario abandonado que se les señale.

   También pueden acompañar su Sagrario ofreciendo al Corazón Eucarístico de Jesús, todas sus obras buenas del día, sus Misas, Comuniones espirituales y jaculatorias, con la intención de reparar el abandono en que está en aquel Sagrario.

   Las Marías activas unirán al oficio de las anteriores el ir personalmente a su Sagrario, cuando puedan, comulgando en él, visitándolo, suplicando en este caso al encargado del mismo, la exposición menor y la bendición con el santísimo y trabajando por medio de hojas, relaciones de amistad, conversaciones, visitas de casa en casa, organización de catequesis, escuelas dominicales o nocturnas, retiros, misiones, etc., etc., para buscar Comuniones, frecuencia de Sagrario y asistencia a la santa Misa diaria, fomento del canto litúrgico popular y del espíritu eucarístico en las asociaciones y obras piadosas y cooperación al párroco.

   Las Marías Nazarenas 2 

   Por misericordia del Amo, existe desde el año 1921 una tercera clase de Marías, las Marías Nazarenas, que viven en comunidad, sin hábito religioso y con el espíritu más riguroso de los votos, cuyo fin es vivir sólo para ser Marías y formar y conservar núcleos de Marías enteradas, de almas selectas, por lo pueblos que visitan y en los que ejercen un suave y constante apostolado de amistad, ejemplo y oración.

   Sus casas de "Nazaret" tienen para la diócesis o región donde se establecen, un triple carácter: 1º Casa madre de la Obra. 2º Escuela de Marías, y 3º Secretariado para la propaganda y organización.

   Estas Marías Nazarenas tienen su organización conforme a los sagrados Cánones. Viven de lo que la Providencia les da por medio de su trabajo, sus dotes y limosnas espontánea­mente ofrecidas. Forman el Secretariado general de la Obra y gracias a Dios, cuentan con una estadística gloriosa en trabajos y frutos.

   Las Marías Nazarenas vienen a ser como la flor de la Obra de las Marías. La flor es perfección y multiplicación de la planta que la produce.

   El grado de las Marías Nazarenas será el estado perfecto de las Marías y el medio de multiplicarlas, fundándolas, formándolas en el más puro espíritu, conservándolas, organi­zándolas, buscándolas en los pueblos o trayéndolas, cuando se pueda, a hacer ejercicios espirituales y ensayos de vida apostólica o de María activa en su Nazaret.

   Siendo flor y conservando los oficios indicados de ésta, prefiere vivir como raíz que dé jugo sin producir ruido ni esperar nada. ¡Como Jesús en su vida de Hostia!

    La Comunión de las Marías 

  De ningún modo será María activa ni contemplativa la que, pudiendo, no comulgue habitualmente a diario. Las que presten algún servicio de Marías, pero no comulguen a diario, se tendrán como aspirantes a María, pero no como Marías.

   Las impedidas de comulgar por causas físicas o morales ajenas a su voluntad, pueden ser Marías a condición de que tiendan a la Comunión diaria sacramental y, mientras, la suplan con la espiritual.

   Lo mismo digo de la visita diaria al santísimo Sacramento.

   Como estoy convencido de que no siempre son posibles a las Marías la Comunión sacramental y la visita diaria al santísi­mo, a pesar de mi gran deseo de que así sea, no puse en las preces a Su santidad, pidiendo el privilegio de altar portátil de que más tarde hablaré, la condición de Comunión diaria, sino frecuente, para quitar ansiedades de conciencia a las Marías y poder dejar al recto juicio de los respectivos Directores diocesanos, el apreciar en cada caso las causas que eximan de la Comunión diaria a esas Marías de sólo Comunión frecuente.

   Pero conste que, a pesar de que se puede gozar, el privile­gio pontificio con la sola Comunión frecuente, o sea, varias veces por semana, mi deseo firme y la conveniencia de la Obra es que toda María sea de Comunión sacramental y visita diarias.

   La razón es muy obvia: si nadie da lo que no tiene, y las Marías han de dar a los demás mucho amor al Sagrario, ¿cómo lo van a dar, si ellas no lo tienen? Y yo creo que un alma que tenga mucho amor al Sagrario, hará lo posible y lo imposible por ir todos los días a comulgar y a visitarlo.


Notas:
1 - Día 4 de marzo de 1910.
2 - Esta Congregación Religiosa lleva actualmente el nombre de: Misioneras Eucarísticas de Nazaret.

 

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