domingo, 14 de septiembre de 2014

Exaltación de la Cruz - Guión Litúrgico

ENTRADA:
Hermanos: La celebración de la Eucaristía es la actualización sacramental del Sacrificio Redentor realizado de una vez para siempre en la Gloriosa Cruz del Salvador. Con el gozo de sabernos invitados a recibir los frutos de este misterio del amor de Dios cantamos....

martes, 9 de septiembre de 2014

Domingo XXIII (ciclo a) Catena Aurea

Mateo 18,15-20
"Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve y corrígele entre ti y él solo. Si te oyere, ganado habrás a tu hermano. Y si no te oyere, toma aun contigo uno o dos, para que por boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Y si no los oyere, dilo a la Iglesia. Y si no oyere a la Iglesia, tenlo como un gentil y un publicano".
"En verdad os digo que todo aquello que ligareis sobre la tierra, ligado será también en el cielo: y todo lo que desatareis sobre la tierra, desatado será también en el cielo. Dígoos además que si dos de vosotros se convinieren sobre la tierra, de toda cosa que pidieren les será hecho por mi Padre, que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1
Después de hablar el Señor con tanta vehemencia contra los que escandalizan, advirtiéndoles por todas partes, a fin de que no se hagan tan perezosos aquellos que son el objeto del escándalo, que por evitar un pecado no caigan en el de la negligencia y tratando ellos de que se les perdone en todo, no se llenen de orgullo; el Señor los contiene sobre este punto y manda que se les reprenda, diciendo: "Por lo tanto, si tu hermano pecare contra ti", etc.
San Agustín, sermones, 82,1,4
El Señor nos advierte que no debemos despreciar nuestros pecados, ni buscar lo que debemos reprender, sino ver lo que debemos corregir. Debemos corregir con amor, no con deseo de hacer daño, sino con intención de corregir; si no lo hacéis así, os hacéis peores que el que peca. Este comete una injuria y cometiéndola se hiere a sí mismo con una herida profunda. Despreciáis vosotros la herida de vuestro hermano, pues vuestro silencio es peor que su ultraje.
San Agustín, de civitate Dei, 1,9
Con frecuencia la verdad se disimula criminalmente. Unas veces por no enseñar o no aconsejar a los malos, otras por no corregirlos y evitarles las reprensiones; ya por no tomarnos ese trabajo, ya por no perder su amistad, ya porque no nos sirvan de obstáculo y no nos perjudiquen en las cosas temporales, que desea adquirir nuestra ambición, o que nuestra debilidad tiene miedo de perder. Si alguno deja de reprender o de corregir a los que obran mal, con el pretexto de esperar una ocasión más oportuna, o creyendo que no se harán peores, o que no será un impedimento para enseñar a los que están débiles una vida buena y piadosa, o que no los retraerán de la fe ni los perseguirán, no me parece que todo esto se deba a una pasión, sino a un consejo de la caridad. Con mucha más razón deben corregir con caridad los jefes de las iglesias colocados al frente de ellas para perdonar, pero no lanzando insultos contra los pecadores. Y no están exentos de faltas de este género aquellos que, aunque no son superiores, conocen y no hacen caso de muchas cosas que deberían advertir y de corregir en aquellos con quienes están íntimamente unidos por el lazo de una vida común y no los corrigen por evitarse los inconvenientes que les resultarían, por razón de las cosas temporales de que usan lícitamente, pero en las que se deleitan más de lo que deben.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Domingo XXIII (ciclo a) Guión litúrgico

Entrada:
Hermanos. Reunidos en el nombre del Señor para recibir el alimento de su Palabra y de la Eucaristía, que alimenta nuestra fe, sostiene nuestra esperanza y anima la caridad, nos disponemos a iniciar la Santa Misa cantando…

viernes, 5 de septiembre de 2014

La beata Teresa de Calcuta, humilde mensajera del Evangelio e infatigable bienhechora de la humanidad - San Juan Pablo II

HOMILÍA DEL
SANTO PADRE
JUAN PABLO II
EN LA MISA DE BEATIFICACIÓN
DE MADRE TERESA DE CALCUTA

19 de octubre de 2003
 

1. "El que quiera ser el primero, sea esclavo de todos" (Mc 10, 44). Estas palabras de Jesús a sus discípulos, que acaban de resonar en esta plaza, indican cuál es el camino que conduce a la "grandeza" evangélica. Es el camino que Cristo mismo recorrió hasta la cruz; un itinerario de amor y de servicio, que invierte toda lógica humana. ¡Ser siervo de todos!

Por esta lógica se dejó guiar la madre Teresa de Calcuta, fundadora de los Misioneros y de las Misioneras de la Caridad, a quien hoy tengo la alegría de inscribir en el catálogo de los beatos. Estoy personalmente agradecido a esta valiente mujer, que siempre he sentido junto a mí. Icono del buen samaritano, iba por doquier para servir a Cristo en los más pobres de entre los pobres. Ni siquiera los conflictos y las guerras lograban detenerla.

De vez en cuando, venía a hablarme de sus experiencias al servicio de los valores evangélicos. Recuerdo, por ejemplo, sus intervenciones en favor de la vida y en contra del aborto, también cuando le fue conferido el premio Nobel de la paz (Oslo, 10 de diciembre de 1979). Solía decir:  "Si oís que una mujer no quiere tener a su hijo y desea abortar, tratad de convencerla de que me traiga a ese niño. Yo lo amaré, viendo en él el signo del amor de Dios".

martes, 2 de septiembre de 2014

Las virtudes de los ciudadanos y la comunidad política - Mons. Héctor Aguer


En la filosofía contemporánea se ha impuesto la noción de valor, en contradicción o muchas veces en reemplazo de la idea clásica de bien. Suele hablarse de los valores, no sólo en el nivel académico sino también en el lenguaje cotidiano. Se trata de una especie de categoría muy amplia y en ocasiones imprecisa, que incluye diversos bienes. Para clarificar esta noción, Joseph de Finance, en su análisis del obrar humano, proponía identificar el valor con la bondad y reservar el nombre de bien para designar los bienes concretos. De cualquier manera, así como el bien dice referencia a la voluntad humana, o mejor dicho la voluntad por su naturaleza se dirige al bien, el valor señala una relación mucho más subjetiva a las diversas tendencias del hombre, para perfeccionarlas. El mencionado enfoque de la filosofía del siglo XX, por ejemplo el que se encuentra en la obra de Hartmann y Scheler, parece desplazar el concepto de virtud. En realidad la concepción clásica de las virtudes es perfectamente armonizable con la teoría del valor. Sin embargo, hablar de virtudes suena, hoy día, como algo desactualizado. Me arriesgo, no obstante, a emplear ese nombre, supuesto que en la actualidad implique una osadía seguir a Aristóteles y a Santo Tomás, un desafío lanzado a la mayoría de los filosofantes.

Según el concepto clásico de virtud, ésta encamina habitualmente el obrar humano hacia el bien; dicho de otro modo, para asumir el propósito de armonización ya señalado, el ejercicio de la virtud impulsa a realizar el valor. La virtud es una perfección de la persona que dinámicamente la habilita para llegar a ser una personalidad acabada. Para decirlo en términos técnicos: la virtud manifiesta la perfección de una potencia, a la cual complementa en el orden de la acción. Es, confirma Santo Tomás, ultimum in re de potentia. De suyo es una forma permanente, que descansa en el sujeto; es un hábito que permite que alguien obre cuando quiere, lo pone en ejercicio libremente. Además, la virtud permite un obrar coherente y no inestable, veleidoso; está siempre disponible para ponerse en acto y se ejerce con naturalidad, con gusto (De Virt. in communi, q. un, a. 1). Pero el concepto de virtud no puede limitarse al orden individual y privado. Existen cualidades que no sólo perfeccionan al sujeto para ser hombre de bien. Aclaro, por las dudas, para evitar la reacción de quienes profesan la perspectiva de género, que se entiende: a todo el género humano, incluyendo a la mujer, también lo habilitan para incorporarse como ciudadano a la realización del bien común de la sociedad en que vive. Vale para éstas lo dicho de la virtud en general. Aristóteles distinguía claramente las virtudes propias de un hombre de bien, de las virtudes cívicas o políticas. El Doctor Angélico lo sigue en su Comentario: no se identifican, sin más, la virtud del ciudadano servicial y la del hombre bueno (In III, Polit., l. 3). Los nombres cívico y político son intercambiables y se remiten a la polis –que en latín se dice civitas- y que podemos traducir por ciudad o sociedad y que en la antigüedad designaba a veces al Estado. Sigamos con las lenguas clásicas y las etimologías: polítes es el ciudadano; en Roma el civis. Los ciudadanos, cualquiera sea su oficio y función, están empeñados en una obra común: el buen estado de la comunidad, del orden político (Ib.)

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