martes, 28 de junio de 2016

Discurso del Papa Benedicto XVI en el 65º aniversario de su ordenación sacerdotal

Bula Cum ex apostolatus officio - Pablo IV

 Constitución  Apostólica
Cum ex apostolatus officio
Del Papa Pablo IV
15 de febrero de 1559

EXORDIO- El Papa tiene el deber de impedir el magisterio del error.
   Dado que por nuestro oficio apostólico, divinamente confiado a Nos aunque sin mérito alguno de nuestra parte, Nos compete un cuidado sin  límite del rebaño del Señor; y que por consecuencia, a manera del Pastor que vela, en beneficio de la fiel custodia de su grey y de su saludable conducción, estamos obligados a una asidua vigilancia y a procurar con particular atención que sean excluidos del rebaño de Cristo  aquellos que en estos tiempos, ya sea por el predominio de sus pecados o por confiar con excesiva licencia en su propia capacidad, se levantan contra la disciplina de la verdadera Fe de un modo realmente perverso, y trastornan con recursos malévolos y totalmente inadecuados la inteligencia de las Sagradas Escrituras, con el propósito de escindir la unidad de la Iglesia Católica y la túnica inconsútil del Señor, y para que no prosigan con la enseñanza del error, los que desprecian ser discípulos de la Verdad.

I. Más alto está el desviado de la Fe. más grave es el peligro.
   Considerando la gravedad particular de esta situación y sus peligros al punto que ell mismo Romano Pontífice, que como Vicario de Dios y de Nuestro Señor tiene la plena potestad en la tierra, y a todos juzga y no puede ser juzgado por nadie, si fuese encontrado desviado de la Fe, podría ser acusado. y dado que donde surge un peligro mayor, allí más decidida debe ser la providencia para impedir que falsos profetas y otros personajes que detentan jurisdicciones seculares no tiendan lamentables lazos a las almas simples y arrastren consigo hasta la perdición innumerables pueblos confiados a su cuidado y a su gobierno  en las cosas espirituales o en las temporales; y para que no acontezca algún día  que veamos en el Lugar Santo la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel; con la ayuda de Dios para Nuestro empeño pastoral, no sea que parezcamos perros mudos, ni mercenarios, o dañados los malos vinicultores, anhelamos capturar las zorras que tientan desolar la Viña del Señor y rechazar los lobos lejos del rebaño.

2. Confirmación de toda providencia anterior contra todos los desviados. 
   Después de madura deliberación con los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, hermanos nuestros, con el consejo y el unánime asentimiento de todos ellos, con Nuestra Autoridad Apostólica, aprobamos y renovamos todas y cada una de las sentencias, censuras y castigos de excomunión, suspensión, interdicción y privación, u otras, de cualquier modo adoptadas y promulgadas contra los herejes y cismáticos, por los Pontífices Romanos, nuestros Predecesores, o en nombre de ellos, incluso las disposiciones informales, o de los Sacros Concilios admitidos por la Iglesia, o decretos y estatutos de los Santos Padres, o Cánones Sagrados, o por Constituciones y Resoluciones Apostólicas. Y queremos y decretamos que dichas sentencias, censuras y castigos, sean observadas perpetuamente y sean restituidas a su prístina vigencia si estuvieran en desuso, y deben permanecer con todo su vigor. Y queremos y decretamos que todos aquellos que hasta ahora hubiesen sido encontrados, o hubiesen confesado, o fuesen convictos de haberse desviado de la Fe Católica, o de haber incurrido en alguna herejía o cisma, o de haberlos suscitado o cometido; o bien los que en el futuro se apartaran de la Fe (lo que Dios se digne impedir según su clemencia y su bondad para con todos), o incurrieran  en herejía, o cisma, o los suscitaren o cometieran; o bien los que hubieren de ser sorprendidos de haber caído, incurrido, suscitado o cometido, o lo confiesen, o lo admitan, de cualquier grado, condición y preminencia, incluso Obispos, Arzobispos, Patriarcas, Primados, o de cualquier otra dignidad eclesiástica superior; o bien Cardenales, o Legados perpetuos o temporales de la Sede Apostólica, con cualquier destino; o los que sobresalgan por cualquier autoridad o dignidad temporal, de conde, barón, marqués, duque, rey, emperador, en fin queremos y decretamos que cualquiera de ellos incurra en las antedichas sentencias, censuras y castigos.

martes, 14 de junio de 2016

El Magisterio incierto se interpreta en continuidad con el precedente. - Cardenal Carlo Cafarra

Entre vista de Marco Ferraresi 
al Cardenal Carlo Cafarra
en La Nuova Bussola Quotidiana.


El cardenal Carlo Caffarra, arzobispo emérito de Bolonia es el fundador del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, del que fue también presidente. Participó en calidad de experto en el sínodo de los obispos sobre la familia de 1980 y es miembro de nombramiento pontificio de los sínodos de 2014 y 2015.

-Eminencia, ¿qué es la familia?
-Es la sociedad que tiene origen en el matrimonio, pacto indisoluble entre un hombre y una mujer, que tiene la finalidad de unir a los cónyuges y transmitir la vida humana.

-De una unión civil, según la ley Cirinnà, ¿nace una familia?
-No. El presidente de la República Sergio Mattarella, al firmar esta ley, ha apoyado la redefinición de matrimonio. Pero una medida normativa no cambia la realidad de las cosas. Hay que decirlo claramente: los alcaldes (sobre todo, naturalmente, los católicos) deben hacer objeción de conciencia. Al celebrar una unión civil serían, de hecho, corresponsables de un acto ilícito grave en el plano moral.
-¿Por qué hay esta crisis de identidad de la familia en Occidente?
-Me lo pregunto a menudo, pero no tengo una respuesta exhaustiva. Sin embargo, una concausa es un proceso de “desbiologización” según el cual ya no se considera que el cuerpo tiene un lenguaje -y, por consiguiente, un significado- objetivo. Este significado está, por lo tanto, determinado por la libertad de la persona. En la conciencia occidental se ha fracturado el vínculo entre bios y logos.

-En una perspectiva de fe, ¿no hay también causas sobrenaturales?
-¿Qué le respondió?
-La Iglesia, ¿puede responder a este desafío?

lunes, 13 de junio de 2016

San Antonio de Padua Doctor de la Iglesia - Pío XII

S. S. PÍO XII
Carta Apostólica del 
16 de enero de 1946
EXULTA, LUSITANIA FELIX
por la que declara a 
San Antonio de Padua
Doctor de la Iglesia

Exulta, feliz Lusitania, salta de júbilo, Padua feliz, pues engendrasteis para la tierra y para el cielo a un varón, que bien puede compararse con un astro rutilante, ya que brillando, no sólo por la santidad de su vida y gloriosa fama de sus milagros, sino también por el esplendor que por todas partes derrama su celestial doctrina, alumbró, y aún sigue alumbrando, al mundo entero con una luz fulgentísima.
Nacido en Lisboa, ciudad principal de Lusitania, de padres cristianos e ilustres por su alcurnia, muchas e indudables señales dieron a entender, ya casi desde la aurora de su vida, que Dios todopoderoso había sembrado en su corazón abundantes semillas de inocencia y sabiduría. Era un adolescente cuando vistió el hábito humilde de los Canónigos Regulares de San Agustín, entre los cuales durante once años se esforzó, con la mayor diligencia, por enriquecer su alma con las virtudes religiosas y colmar su espíritu con los tesoros de las doctrinas celestiales. Elevado, después, a la dignidad sacerdotal por gracia divina, suspiraba por un modo de vida más perfecto, cuando los cinco compañeros Protomártires Franciscanos tiñeron con su sangre, en las santas misiones de Marruecos, los rojos amaneceres de la Orden Seráfica. Antonio, lleno de alegría por el triunfo tan glorioso de la fe cristiana, se inflamó de vivísimos deseos del martirio y se embarcó lleno de gozo rumbo a Marruecos, alcanzando felizmente las lejanas playas africanas.

viernes, 10 de junio de 2016

Nuestra actitud ante el sentido de lo sagrado - Mons. Héctor Aguer

Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (4 de junio de 2016)
         Hoy quiero hablarles sobre el ordenamiento litúrgico de la Iglesia. Ha terminado el Tiempo Pascual, ha seguido la solemnidad de la Santísima Trinidad, la Fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo y ahora se retoma lo que se llama Tiempo Ordinario o Tiempo durante el año. Esta nomenclatura es un poco extraña, y puede inducir a confusiones porque de ordinario no tiene nada este tiempo. El tiempo no es ordinario porque para un cristiano el tiempo es siempre sagrado y especialmente si de liturgia se habla, por ejemplo cuando nos referimos a la misa dominical.
Hoy día existe este peligro: lo sagrado no es comprendido como tal y hay una especie de confusión entre lo sagrado y lo que no lo es. Para la fenomenología de la religión la cosa es bien clara y en todas las religiones, aún las más antiguas y primitivas, lo sagrado es lo separado, lo distinto, aquello que se reserva a Dios. El tiempo, por ejemplo, que se reserva para el culto a Dios, el lugar sagrado que se reserva a Dios y al culto de Dios, y también las personas que se consagran a Dios o bien que participan del culto de Dios y por tanto, en esa situación, están de un modo diverso a cómo están todos los días en la calle o en su casa.

jueves, 9 de junio de 2016

La formación de la conciencia de niños y jóvenes en la familia - Pío XII

PÍO XII
LA FAMILIA
RADIOMENSAJE SOBRE
LA CONCIENCIA Y LA MORAL

23 de marzo de 1952

1. La familia es la cuna del nacimiento y del desarrollo de una nueva vida, la cual, para no perecer, tiene necesidad de cuidados y educación: tal es el derecho y tal el deber fundamental que Dios impone inmediatamente a los padres.
La educación tiene en el orden natural como contenido y finalidad el desarrollo del niño para que llegue a ser un hombre completo; la educación cristiana tiene como contenido y finalidad la formación del nuevo ser humano, renacido por el bautismo, para hacer de él un perfecto cristiano. Obligación esta, siempre norma y gloria de las familias cristianas, que está solemnemente prescrita en el canon 1113 del Código de Derecho Canónico [de 1917],que dice así: Los padres tienen gravísima obligación de procurar con todo empeño la educación de sus hijos, tanto la religiosa y la moral como la física y la cívica, y de proveer también a su bienestar temporal.
2. Las cuestiones más urgentes que tocan a problema tan vasto han sido tratadas en diversas ocasiones por nuestros predecesores y por Nos mismo. Por ello, ahora no intentamos repetir lo que ya ha sido ampliamente expuesto, sino más bien llamar la atención sobre un elemento que, aun siendo la base y el apoyo de la educación, especialmente de la cristiana, a algunos, a primera vista, les parece corno extraño a ella.
Queremos, pues, hablar de lo que hay de más profundo e intrínseco en el hombre: su conciencia. A ello nos ha inducido el hecho de que algunas corrientes del pensamiento moderno comienzan a alterar su concepto y a impugnar su valor. Por consiguiente, trataremos de la conciencia como objeto de la educación.

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