martes, 25 de abril de 2017

El Papa no ha cambiado, ni cambiará, ni puede cambiar la Revelación - Card. Gerhard Müller

Entrevista concedida por el
Cardenal Gerhard Müller
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe
A Konrad Sawicki de Aleteia
.
Quisiera preguntarle sobre los mártires cristianos de hoy en día, por ejemplo de Siria, Egipto o incluso Francia. El Concilio Vaticano II nos anima a leer las señales de la época e interpretarlas dentro de su contexto actual. Entonces, ¿qué nos dice hoy este signum temporis: los nuevos mártires?
Persiste una percepción de que los mártires solo vivieron en la época de la antigua Roma. Si pensamos sobre los mártires en la historia contemporánea, principalmente son los del siglo XX en países cristianos como Alemania, la Unión Soviética y el Bloque Soviético.
Ahora, este gran desafío ha reaparecido debido al islamismo radical. Los países islámicos deben pronunciarse en relación a la libertad religiosa, la libertad de conciencia, y deberían respetarlas. Uno no puede decir: “Vengo en nombre de Dios y decidiré sobre vuestras vidas”. Todos y cada uno de nosotros debemos decidir en nuestra conciencia sobre si permanecer o no en la fe.
Esto es lo que necesitamos aprender, también en los países occidentales que comprometen la libertad de conciencia cuando, por ejemplo, una persona es obligada a participar en un aborto porque así lo dicta la ley. Esto, también, es una forma ligeramente diferente de perseguir a los cristianos, la mayor violación de la libertad de conciencia.
Necesitamos reaprender, también en los países occidentales, en los Estados laicos, el significado de la libertad de religión y de confesión.
No podemos escandalizarnos con tanta arrogancia por los islamistas mientras nosotros mismos no reconocemos totalmente y sin restricciones la libertad de religión y confesión. Esta es precisamente la lectura de las señales de esta época: la Iglesia es una defensora de los derechos humanos y la dignidad humana universal sin restricciones, de la dignidad de todos los pueblos.
No defendemos solo a los creyentes de la Iglesia católica o de otras Iglesias cristianas, sino que defendemos a todas y cada una de las personas.
Mi segunda pregunta es en relación a Medjugorje. Debido a la conclusión de la labor de la comisión vaticana y la misión del enviado especial del papa, el arzobispo Henryk Hoser, los fieles confían en que pronto se tome una decisión en relación a la autenticidad de las apariciones. ¿Está justificada esta expectativa?

Por un lado, tenemos una serie de iniciativas pastorales en Medjugorje. Resulta justo y conveniente que las personas, allá donde estén, puedan disfrutar de los sacramentos de la penitencia y la reconciliación, recibir la Sagrada Comunión y reflexionar sobre sus caminos vitales a la luz de la fe considerando, por ejemplo, una vocación al matrimonio o a una vida célibe como sacerdotes o mujeres y hombres religiosos.
Por otro lado, esta experiencia no dice nada sobre las supuestas apariciones y mensajes. La Iglesia tiene derecho a pronunciarse en cualquier momento sobre si se reconocen o no, si las apariciones son sobrenaturales o no o si son producto de la imaginación de la gente o visiones subjetivas, experiencias religiosas subjetivas.
Aunque la Iglesia reconociera estos fenómenos como sobrenaturales, un cristiano como individuo no está forzado a creer en ellos y a tratarlos como artículos de fe que le conduzcan a la salvación; los cristianos no están obligados a reconocerlos. Un individuo cristiano sigue siendo libre. Jesucristo es la base de la Revelación para nosotros y esta es la medida de nuestra fe.
Las supuestas apariciones acaecidas en Medjugorje son revelaciones privadas, que no están excluidas por principio, pero no tienen el estatus ni la relevancia de la verdadera Revelación de Dios como verdad y salvación.
Jesucristo viene a nosotros en la vida de la Iglesia, está presente en los sacramentos y por eso los fieles no deberían depositar excesivas esperanzas en las posibles explicaciones de la Iglesia sobre revelaciones privadas. El motivo es que la verdad de la Revelación no depende de los últimos fenómenos y visiones.
Nosotros, como Congregación para la Doctrina de la Fe, indicamos si esto fue un fenómeno sobrenatural o si no es seguro que fuera sobrenatural. Es una recomendación que la Congregación para la Doctrina de la Fe ofrece al Papa.
Es el Papa, como supremo pontífice, quien toma las decisiones sobre la credibilidad de estos fenómenos, o sobre su falta de credibilidad. No es que una comisión especial o la Congregación para la Doctrina de la Fe puedan confirmar o rechazar el carácter sobrenatural del fenómeno; nosotros solo emitimos una recomendación.
No es apropiado, en mi opinión, ofrecer la impresión de que la comisión o la Congregación hayan alcanzado una conclusión definitiva. Es algo que aún está por ver.
Otra pregunta que quisiera hacerle es en relación al debate dentro de la Iglesia tras la publicación hace un año de la exhortación Amoris Laetitia. ¿Considera este debate fructífero o potencialmente peligroso?
La verdadera intención de la exhortación apostólica Amoris Laetitia fue la de poner en el centro el mensaje bíblico total y completo sobre el matrimonio como un sacramento y una forma de vida. Además, apuntaba a tomar en consideración a aquellos que, debido a diferentes circunstancias, han fracasado o han encontrado problemas, para que no digamos: “Aquí están los que lo hacen todo bien, mientras que los demás no son de los nuestros”.
Queremos que todo el mundo recorra el camino de los seguidores de Cristo y deseamos ser una ayuda para que esto se entienda y se ponga en práctica.
En este sentido, todo debate o intercambio de opiniones es bueno. Sin embargo, tiene un aspecto negativo. Concretamente, el debate se reduce a una única cuestión, mientras que otros temas planteados, cruciales y vitales, se barren hacia un lado. Esto genera pequeñas divisiones y preocupaciones cuando uno escucha la pregunta: “¿Qué opinas sobre la Sagrada Comunión para divorciados que viven en uniones no sacramentales?”.
Podemos abordar esta cuestión solo desde la perspectiva de la totalidad de la doctrina de la Iglesia. El Papa no ha cambiado, ni cambiará, ni puede cambiar la Revelación. Algunos afirman que el Papa ha cambiado los cimientos de la moralidad de la Iglesia y que ha revitalizado el sacramento del sagrado matrimonio. Eso no es algo que el Papa haría ni que pueda hacer.
Nos encontramos en Polonia, un país para el que algunos católicos, tanto aquí como en el resto de Europa, tienen grandes expectativas. ¿Cree que este país tiene una misión especial que cumplir?
Europa no es una mera colección de naciones y Estados. Europa tiene un alma, que se origina en el cristianismo. Dentro de Europa hay naciones individuales con sus historias particulares, sus culturas particulares y sus formas particulares y debemos extraer conclusiones apropiadas.
Polonia tuvo la primera constitución democrática de Europa, adoptada en 1791. Sin embargo, Polonia ha recibido en repetidas ocasiones los zarandeos del destino, dividida como Estado y como nación, sufriendo en las manos de los entonces Estados imperiales.
Polonia preservó su identidad gracias a su fe católica y esta es la característica especial por la que Polonia debe contribuir desde su pasado y presente al futuro común de Europa. Debemos compartir un camino para que cada uno pueda contribuir con algo único al viaje.
El hecho de que Polonia como nación esté unida en la fe católica, que tenga ahí sus valores y raíces es, en mi opinión, significativo también para otras partes de Europa, dominadas por el laicismo y una vida sin Dios apoyada en el materialismo.
En cambio, la voz con la que habla Polonia dice: “No, nosotros tenemos un sentido más alto del significado de la vida humana. Lo vemos en la oración, en la magnificencia de ser humano, un hijo de Dios”. Esto nos ensalza hacia la libertad, hacia la libertad civil además de nuestra libertad personal de seres humanos, que es nuestro objetivo.
Me parece esencial que nos veamos en Europa como una comunidad de naciones. No como Estados de autoridad, como antes, cuando Estados individuales se percibían como encarnaciones de poder y querían expandirse a expensas de los demás. Somos una comunidad cultural y nuestra cultura tiene sus raíces en la religión cristiana.
Mi última pregunta es en relación a la teología de la liberación, en la que sé que Su Eminencia está interesado. Algunos católicos muestran una perspectiva con persistentes reservas hacia ella. ¿Cuál es la esencia de la teología de la liberación y qué podemos aprender de los teólogos que se adhieren a ella?
El punto de partida de la teología de la liberación es: “¿Cómo puedo pensar en el amor Divino delante de la abyecta pobreza y la flagrante injusticia que existen en el mundo, en América del Sur y Central, en las comunidades que son predominantemente católicas? ¿Por qué no debería la fe católica ofrecer ayuda a la igualdad social y a la dignidad de todas y cada una de las personas?”.
Aquí, en la Iglesia, ofrecemos una respuesta que no guarda parecido con la dada por los comunistas. Los comunistas dijeron: “Todo va a ir mejor en este mundo”, y estas promesas vinieron seguidas solo de infierno. Nosotros, por nuestra parte, decimos: “A través de Dios todo se vuelve mejor”.
Al mismo tiempo, estamos llamados a asumir la responsabilidad de este mundo, para involucrarnos y usar nuestra razón para atender las necesidades educativas, alimentarias, de vivienda y de trabajo, en aras de un desarrollo social bueno y positivo.
Disponemos de la doctrina social católica con sus principios de respeto por los seres humanos, la subsidiariedad y la solidaridad. Disponemos de esos principios fundamentales y por eso queremos involucrarnos, como Iglesia y como cristianos, para que la sociedad pueda desarrollarse bien. Aunque no en términos materialistas.
En lo temporal está el camino hacia lo atemporal, lo eterno. Es una unión del camino y del objetivo. Cristo es el Camino y el Objetivo. Él es la Verdad y la Vida.
Para nosotros, miembros de la Iglesia católica, no hay discrepancia entre ese mundo y este mundo, entre lo material y lo espiritual. Para nosotros esta es la unidad en Cristo. Dios se ha hecho hombre. Cristo es el Dios-hombre. Por tanto, lo humano y lo divino están unidos en Cristo.
El arzobispo Óscar Romero es un ejemplo perfecto aquí, un modelo. Desde la Congregación hemos estudiado todos sus libros, escritos y declaraciones durante su proceso de beatificación. Yo mismo los he leído en español para examinar su ortodoxia. Sobre esta base, emitimos un nihil obstat, una aprobación que confirma que no hay nada que impida que Romero sea elevado a la gloria de los altares.
Deberíamos tener en mente que esta línea de pensamiento viene fuertemente influida por el Concilio Vaticano II, por la enseñanza sobre las relaciones entre la Iglesia y el mundo contemporáneo. Este es el motivo de nuestro compromiso. No solo el compromiso de hacer de este mundo un lugar mejor en términos materiales, sino el compromiso de defender la dignidad humana como piedra angular.
Además, este es el compromiso de Dios hacia nosotros. Debemos recordar el sufrimiento y la pasión de Jesucristo en la cruz, por nosotros y por este mundo. Su resurrección nos ofrece una esperanza de crear un mundo mejor, donde los niños reciban una buena educación, donde existan oportunidades para el desarrollo y la búsqueda de los talentos y carismas de cada uno… Debemos recordar el horizonte último: nuestro Dios, el Creador de este mundo.


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